El trabajo altera tu cerebro
Deportistas de élite, taxistas, matemáticos, pianistas … Informáticos. Nuestro trabajo deja una huella en el encéfalo y otras regiones cerebrales, que en algunos casos es beneficioso y en otros nocivos.
Se han hecho resonancias magnéticas a personas con distintas profesiones, y se han encontrado diferencias sutiles, algunas de las cuales pueden tener base genéticas pero otras son resultado del tipo de trabajo que realizamos.
De efecto nocivo hay profesiones como los boxeadores que obviamente pueden sufrir lesiones que afectan a su memoria, y otras como los astronautas a los cuales la falta de gravedad así como una mayor exposiciones a las radiaciones cósmicas, han demostrado que pierden materia gris en los lóbulos temporal y frontal, así como posibles inflamaciones cerebrales (en el caso de experimentos con animales se han encontrado deterioros cognitivos graves, tanto en la memoria operativa como en la espacial).
En otras profesiones se han encontrado grandes beneficios, tal como el caso de los músicos, que tocan instrumentos que provocan cambios neuronales que hace que sea más fácil aprender y recordar. En aquellos que practican con frecuencia, las áreas cerebrales que controlan las manos y la audición, las relacionadas con la planificación y la coordinación motora son mayores, y también tienen mejores conexiones entre los 2 hemisferios cerebrales y entre el lóbulo frontal y el temporal de uno de los hemisferios. El tiempo dedicado a tocar es la clave de todo, cuanto más se practica, mayores son los cambios. Y también hay diferencias según el instrumento, ya que por ejemplo, los violinistas tienen áreas motoras cerebrales más grandes para la mano izquierda, porque tienen que ejecutar muchos movimientos rápidos con esta, mientras que los pianistas tienen más grandes las vinculadas a la derecha, que en su caso es la que lleva el trabajo más difícil. Adicionalmente, se ha estudiado como afecta a los músicos la metaplasticidad (capacidad de las sinapsis neuronales para fortalecerse o debilitarse con el tiempo en función del tipo de actividad) y se ha encontrado que tal clase de flexibilidad es más poderosa en estos casos, adquiriendo habilidades de forma más rápida y estable. Así estos cambios afectan positivamente en el día a día ayudando a las tareas de planificación, atención, organización y diferenciar lo importante de lo accesorio (área prefrontal).
Otra profesión que se ha investigado es el de chef, jefe de cocina, en los cuales los cerebelos (parte posterior del encéfalo) muestra una mayor densidad neuronal. El cerebelo está involucrado en la creación de esquemas motores y cognitivos, como el aprendizaje de habilidades, y es esencial para que el ser humano se adapte al medio ambiente. Los cocineros viven contra el tiempo y la región estudiada es la principal involucrada en el tema del cronometraje.
Otro caso es el de los taxistas. En una investigación en Londres, se comprobó que el hipocampo (relacionado con la orientación espacial) de los taxistas experimentados, que conocían bien las calles y las mejores rutas para llegar, era más grande que el del resto de la población general. Curiosamente, esto se aplica a los taxistas, pero no a los conductores de autobuses que tienen rutas fijas.
En el caso de los matemáticos, las zonas implicadas, más desarrolladas, estaban en el lóbulo temporal inferior, la corteza prefrontal dorsal y zonas intraparietales, diferentes a las zonas activadas en aquellas personas que no habían desarrollado esta profesión, y diferentes a las zonas que se activan en el caso del lenguaje.
¿Y los informáticos … ?
Se pensaba hace tiempo que los informáticos desarrollarían regiones relacionadas con el lenguaje y las matemáticas, sin embargo, un estudio realizado en el MIT demostró que esto no es cierto. Supongo que tiene también su lógica que sea así, ya que a veces cometemos el error de suponer que ciertas habilidades que exigen cierta creatividad (por ejemplo un pintor, pero que no necesariamente ha de ser un buen escultor o un buen músico) desarrollan las mismas zonas cerebrales estudiadas en otras profesiones.
Asi pues el MIT encontró que las regiones que participan forman parte de la denominada red de demanda múltiple, implicada, aunque también a menor escala, en tareas cognitivas más complejas como la resolución de problemas numéricos o la lógica.
Y es que, a pesar de las similitudes, el estudio sugiere que la codificación tampoco reproduce con precisión las necesidades cognitivas de las matemáticas. Por ello, nos encontramos ante un proceso cerebral único, “algo propio del código informático”, según palabras de la autora principal del estudio, Anna Ivanova, “que difiere tanto del lenguaje como de las matemáticas y la lógica”.
El enfoque principal del estudio pasaba por la relación entre el lenguaje y la programación informática, “ya que es un invento tan nuevo que no hay mecanismo alguno tecnológico que nos haga mejores o peores programadores”, tal y como explica Ivanova. Dos corrientes de pensamiento motivaron el análisis; por un lado, los partidarios de la conexión entre la programación y las matemáticas y, por otra parte, los que sugerían que las habilidades lingüísticas podrían ser más relevantes.
Para llegar a la conclusión de que ninguna teoría se acercaba a la realidad y que no hay una respuesta definitiva a la pregunta de si la codificación debe enseñarse como una habilidad basada en las matemáticas o en el lenguaje, se estudiaron los lenguajes de programación Python y ScratchJr. En parte, aseguran los investigadores, esto se debe a que aprender a programar puede basarse tanto en la lingüística como en los sistemas de demanda múltiple. “Parece que los profesores de esta ciencia tendrán que desarrollar sus propios enfoques para ser más eficaces”, concluye Ivanova.